
Para bien o para mal la nueva forma de gobernar del Presidente Piñera no pasa desapercibida ni aquí ni en el extranjero. Todos recordamos eso de que entre sus intenciones estaba fomentar la cultura de hacer las cosas bien y claro, el brillante rescate de los mineros le cayó meritoriamente como anillo al dedo.
Pero después de esta inyección de ánimo y popularidad el Mandatario no ha sabido manejar los impulsos propios de quienes están en los laureles y ha caído en una actitud que por momentos es absolutamente cuestionable.
Todos sabemos que en nuestros tiempos el marketing es un arma trascendental para todas las empresas que intentan incrementar sus ventas y, así como lo hacen los gerentes de éstas, Sebastián Piñera claramente tiene la intención de proyectar la mejor imagen del país en el mundo para conseguir objetivos muy razonables, tales como aumentar la productividad y, por consiguiente, el empleo.
Cualquier gobernante astuto se percataría de esto e intentaría sacar provecho, en eso no hay nada de malo. El problema es que el gobierno de turno no ha sabido controlar sus ansias y por momentos abusa de este recurso, ganándose más de algún comentario incómodo en cada uno de los lugares donde se ha aterrizado junto al clásico papel de los 33 mineros y las rocas de la mina.
En este sentido, sería más conveniente que Piñera hiciera menos evidente su intención de poner a Chile en los ojos del mundo, no vaya a ocurrir que antes de acostumbrarnos a hacer las cosas bien nos ganemos el apelativo de “payasos”, que montan una función desesperada por conseguir más recursos.
De la mano con esto, todo este “espectáculo” constituye un arma de doble filo, puesto que en el mundo de la videopolítica los superpersonajes que emergen repentinamente tienen la particularidad de caer con igual o mayor velocidad de la que fueron elevados, ya que no hay un sustento sólido que actúe como base de esa percepción. El rescate minero marca un buen precedente, pero aún falta mucho.
Por todo lo anterior y a raíz de los cuestionamientos que han surgido en esta gira por Europa (sobre todo lo del mensaje en Alemania) se puede concluir que el Presidente debe cuidar más su imagen y la del país, puesto que es más conveniente realizar esta estrategia de posicionamiento con las mismas ganas pero de una forma menos grotesca y chocante, porque da la sensación de que sólo falta que llegue a sus encuentros diplomáticos con una polera que diga: “Chile hace bien”.
La imagen país se fomenta, pero también se cuida!