Existía una gran expectativa en el medio futbolístico nacional y no era para menos. La Universidad de Chile tenía la primerísima opción de amarrar su paso a la final y el camino para muchos era claro: había que mantener a las Chivas lejos del arco azul, y buscar los 3 puntos con la tranquilidad que significaba haber empatado en México, aunque claro, era una ventaja un tanto mentirosa.
Después de la batalla todos suelen ser generales, pero la verdad es que en esta oportunidad lo que sucedió fue lo que muchos temíamos y habíamos advertido: la U no podía jugar sólo con un delantero y no podía entrar a especular, porque si las Chivas abrían la cuenta manejarían el partido.
Lamentablemente ese gol llegó y tempranamente los mexicanos comenzaban a abrochar la clasificación. Los azules se fueron con todo en busca del empate y con más ímpetu que claridad dejaron en evidencia que si se presionaba a esa defensa se abrían posibilidades de anotar. Desafortunadamente el travesaño le negó el festejo a Contreras y Olarra, pero tras el pitazo se abría una luz de esperanza entre los 40 mil hinchas que llegaron al recinto ñuñoíno.
Tras los 15 minutos de descanso el ingreso de Diego Rivarola ilusionaba al pueblo azul. Todos imaginaban más volumen en ofensiva y que el partido se jugaría en territorio contrario, pero Pelusso se volvió a equivocar. Gokú no fue precisamente un compañero del 9, más bien se transformó en un hombre más del medio campo, demasiado retrasado si tomamos en cuenta que había que hacer 2 goles.
El partido se fue a negro cuando con la misma soltura y facilidad las Chivas sellaban el partido. El equipo no fue capaz de reponerse de ese golpe y perdió todo circuito de juego. Tras esto el DT charrúa cometía su tercer error, hizo ingresar a un jugador que nunca rindió en la U y que pocos se explican el porqué de su regreso, Ángel Rojas.
El habilidoso Eduardo Vargas esperaba su momento pero llegó demasiado tarde, sólo después de que una grave lesión de Olarra obligara a hacer otra modificación, pero ya no había mucho por hacer. La desesperación dio paso a una especie de anarquía en el campo de juego y Victorino terminó jugando como delantero, aunque claro, lo que tácticamente parecía irracional en esos instantes era más tolerado por el hincha que el erróneo planteamiento de Pelusso, que definitivamente especuló y no lo jugó como local.
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